viernes, 15 de mayo de 2015

¡No nos resignemos!

Hoy quería ponerme un poco filosófica para reflexionar sobre la inercia que suele existir en el ser humano en general. Según pasan los años, vamos tratando de encajar las piezas del puzzle de nuestra vida de la mejor forma que sabemos, esforzándonos para que cada cosa ocupe el lugar que le corresponde. Recibimos con alegría las buenas noticias, los cambios positivos, las sorpresas agradables; disfrutamos del tiempo libre, del amor, de la comida, de la amistad.

Pero también somos conscientes de que la vida no es un camino de rosas, que surgen dificultades y piedras en el camino y que tenemos que sortearlas como podamos. Cuando algún revés golpea nuestra ordenada vida, nos quejamos, nos lamentamos y buscamos consuelo en la familia o amigos, pensando por qué nos ha tocado a nosotros y por qué las cosas no pueden ser de otra manera. Y es normal, pues somos seres humanos y por ello poseemos sentimientos y sensibilidad. Pero, ¿es ésa la única opción que tenemos? ¿quedarnos quietos y quejarnos? ¿tal vez soñar con que llegarán tiempos mejores y mientras tanto que nos compadezcan por la mala suerte que tenemos? Estas son opciones cómodas, pero poco prácticas.

Creo que en esos momentos debemos tomar las riendas, el timón de nuestro barco, y dirigirlo hacia puerto seguro. Nadie va a llamar a nuestra puerta para solucionar los problemas en nuestro lugar, somos nosotros quienes tenemos que poner de nuestra parte y avanzar. Si el camino se hace demasiado cuesta arriba, pongámonos el traje de faena, cambiemos los zapatos por unas botas de trote, e iniciemos la subida con energía. Nadie nos garantiza que lleguemos al final, pero por lo menos lo habremos intentado. Aceptemos las dificultades, pero por favor… ¡no nos resignemos!

El problema que nos ocupa en este caso, y que es el motivo de este blog, es la atención educativa adecuada a nuestros hijos por tener altas capacidades. Ellos son menores, aún no poseen las herramientas necesarias para defenderse, pero nosotros podemos y debemos hacerlo en su lugar, somos sus padres y nos necesitan. Si ya tienen problemas, tenemos que ayudarles a solucionarlos, y si hemos intentado muchas opciones, busquemos más. Por otra parte, si por ahora todo va bien, es posible que siga yendo bien en el futuro si no hacemos nada, pero ¿queremos correr ese riesgo con la felicidad de nuestros hijos? ¿preferimos esperar a ver si cae el maná del cielo, o vamos a sembrar las semillas adecuadas, regarlas y luchar para obtener una buena cosecha? 

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